Pensamientos circulares y cómo gestionarlos.


Más de una vez nos hemos encontrado con un pensamiento en nuestra cabeza que nos molesta, pero sin embargo somos incapaces de dejar de tenerlo en cuenta durante horas o incluso días. Es un pensamiento circular, o rumiación, que generalmente tiene que ver con las preocupaciones que nos envuelven en el día a día.

¿Qué son los pensamientos circulares?

Pensar no sólo no es negativo, sino que es absolutamente necesario. A través de nuestras cogniciones interpretamos la realidad que nos rodea, reflexionamos sobre lo que nos ocurre, planificamos nuestras tareas y objetivos, anticipamos consecuencias... El problema surge cuando un pensamiento determinado es negativo y no hacemos más que darle vueltas sin llegar a ninguna conclusión efectiva. El contenido de estas rumiaciones suele tratar sobre preocupaciones o conflictos de nuestra vida cotidiana: problemas en el trabajo, decisiones difíciles que hay que afrontar, inquietud o incertidumbre sobre el futuro, dificultades familiares, temor a que nos ocurran desgracias o enfermedades...

Normalmente este tipo de pensamientos se instalan en nuestra mente durante horas o días, y en algunos casos pueden mantenerse durante semanas. El mayor inconveniente que conlleva el pensamiento circular es que, dado que no conduce a ninguna explicación ni solución efectiva, sino que se repite una y otra vez sin llegar a ninguna parte, termina por dirigirnos a otros pensamientos negativos que acaban por acaparar toda nuestra atención. De repente, en un momento dado, somos conscientes de que todo este proceso es dañino y queremos evitarlo, queremos apartar los pensamientos negativos que una y otra vez se apoderan de nosotros/as... pero no podemos. Nos esforzamos para no pensar... pero las ideas siguen ahí... y finalmente nos cansamos hasta la extenuación... y dejamos de luchar contra esos pensamientos, permitiendo que nos invada una especie de indefensión. Esto provoca un lenguaje interno bastante autodestructivo, caracterizado por sentimientos del tipo "no puedo hacerlo", "no valgo para nada", "no sé qué hacer", "haga lo que haga no servirá de nada", "seguro que no lo consigo", "es el destino"...

El impacto de todo este proceso afecta de una forma nociva a nuestra autoestima, ya que poco a poco perdemos la confianza en nosotros/as mismos/as y en nuestras habilidades para solucionar problemas, o incluso dejamos de creernos los dueños/as de nuestras vidas. También aparece la ansiedad, ya que anticipamos consecuencias perjudiciales ante la posibilidad de la ocurrencia de eventos negativos, o ante la eventualidad de no ser capaces de afrontar o dar respuesta a determinadas situaciones. En cualquier caso, se hace evidente que los pensamientos circulares pueden llegar a ser altamente tóxicos y dañinos para nuestra estabilidad psicológica, puesto que nos paralizan y pueden dirigirnos al padecimiento de trastornos psicológicos.

¿Que hago para gestionar los pensamientos circulares?

La estrategia que suele utilizarse habitualmente para combatir las rumiaciones es esforzarse por no pensar en ellas. Como hemos visto, no sólo no funciona, sino que es tremendamente esforzado y no evita que los pensamientos circulares invadan por completo nuestra mente. Este tipo de pensamientos son automáticos, es decir, irrumpen de manera inesperada. Por lo tanto, no gastemos energías en intentar evitarlos; invitémosles a pasar, que fluyan sin obstáculos, y a partir de ese momento, optimicemos nuestros esfuerzos.

Lo primero que tenemos que tener claro es que NO SOMOS NUESTROS PENSAMIENTOS. Cualquier cognición que tengamos no deja de ser una interpretación de algo que sucede en el mundo real. Pero no siempre nuestros pensamientos y opiniones interpretan correctamente la realidad, sobre todo cuando no disponemos de toda la información sobre un hecho, o aún peor, concluimos una idea a partir de información sesgada, o de ningún tipo de elemento fiable o concluyente. Por lo tanto, todos los pensamientos pueden modificarse, incluso los negativos, incluso los circulares. Ahora bien, la dificultad en este punto radica en que la rumiación es automática, pero su puesta en cuestión ha de ser un proceso plenamente consciente y voluntario, conlleva esfuerzo, y esto generalmente choca con la respuesta que generalmente usan muchas personas para enfrentarse a un problema: la evitación.

Es fundamental ser conscientes de que los pensamientos negativos circulares nos perjudican. A partir de esa toma de conciencia, suele ser efectivo mantener la mente ocupada con nuestros quehaceres y actividades diarias, entre las que ha de haber un hueco para el disfrute personal. Practica algún tipo de ejercicio de relajación; no ocupa demasiado tiempo y resulta muy beneficioso. Mejora y entrena tus habilidades para solucionar problemas. Es posible que muchas personas acaben siendo prisioneras de sus rumiaciones porque son incapaces de encontrar alternativas a los obstáculos que se les van presentando a lo largo de su vida; por lo general, cuando se hace un análisis adecuado de la situación, siempre suele haber alternativas, y cuando no las hay, hemos de aceptar los hechos y adoptar la actitud más adaptativa. 

Adopta una perspectiva adecuada ante los eventos conflictivos y/o estresantes, procurando evitar las distorsiones. Ten en cuenta toda la información, no generalices, y concluye de una forma lógica; como dice el Principio de la navaja de Ockham, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable. No reprimas tus emociones, acéptalas, ya que las emociones son necesarias para adaptarnos continuamente al entorno en el que vivimos. Busca apoyo en tu entorno íntimo; seguro que siempre habrá personas dispuestas a ayudarte. Escribe tus pensamientos y tus sentimientos; escribir es muy terapéutico y ayuda a reflexionar mejor las cosas. Y, para finalizar, rebusca en tu interior; saca a relucir tus virtudes, todo aquello positivo que hay en ti y que la gente que te quiere aprecia. Sé consciente también de tus defectos, y acéptate como eres; solo así se posee una autoestima adecuada.

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