Accidentes de circulación y consecuencias psicológicas.

Un accidente de circulación nos puede ocurrir a cualquiera y nadie está libre de este tipo de eventos, aún teniendo una conducta al volante respetuosa con las normas de tráfico; no hay que olvidar que conducir es una actividad pública que desarrollamos en vías por las que transitan otros muchos conductores y conductoras. En este sentido, un accidente de tráfico puede ocurrir por nuestra responsabilidad, o a causa de la responsabilidad de otros/as.

El accidente y sus efectos.

El accidente de tráfico es una agresión hacia la integridad física de la persona, y que tiene como consecuencia lesiones físicas con diferentes niveles de gravedad. Pero también se originan consecuencias psicológicas debidas al evento traumático que se vive cuando se sufre un accidente: dependiendo de la gravedad del mismo, las emociones desatadas van a ser más o menos intensas, y condicionarán durante días, semanas o meses el comportamiento de las víctimas, hayan sufrido directamente el accidente, o no lo hayan sufrido pero se han visto involucradas de alguna forma en él.

Se ha observado que tras un accidente de circulación aparecen: hiperexcitación, intranquilidad, tristeza, sentimientos de culpa, pesadillas, miedo a revivir el evento traumático, negación de lo ocurrido, alta sensación de vulnerabilidad, dificultades relacionales (pareja, familia, amigos/as, compañeros/as de trabajo...), y necesidad de acompañamiento o de intervención psicológica durante el proceso de recuperación de una lesión. En ocasiones surge el estrés postraumático, un trastorno a través del cual la víctima revive el accidente de forma tan vívida que tiene la sensación de que ocurre a tiempo real, lo cual produce un alto nivel de angustia. En los casos más graves se producen lesiones incapacitantes, o la muerte, con todo lo que eso conlleva para el entorno íntimo de la persona fallecida. 

El accidente de circulación es un evento inesperado que genera en cualquier caso algún tipo de perjuicio para quienes lo han sufrido y para sus familias, perjuicio que en ocasiones es de difícil resolución o incluso irreparable, tanto a nivel físico como psicológico. Es importante, y es un derecho, que las personas accidentadas sean informadas de las lesiones que padecen, su gravedad, cómo se van a tratar, cuál va a ser el proceso de evolución y recuperación, qué medios existen a su alcance para ello, y cuál va a ser la indemnización pertinente. 

En todo este proceso se evidencia también la necesidad de apoyo psicológico para afrontar la situación. Por lo tanto, es muy útil articular una intervención profesional que ayude tanto a las personas accidentadas como a sus familias a comprender lo sucedido y a asimilar todas las consecuencias que se van a derivar del accidente de circulación: hospitalización, alteración de la rutina familiar, alteración de la actividad laboral, afrontamiento de gastos económicos en su caso, y alteraciones conductuales, sobre todo si hay menores o personas mayores en la unidad de convivencia familiar. Estas cuestiones cobran mayor relevancia cuando se producen lesiones discapacitantes o el fallecimiento.

Cuando mi seguro no responde a las expectativas.

La información sobre lo que vendrá después del accidente ha de ser siempre completa y clara, habilitando una vía para solventar cualquier tipo de duda al respecto. Pero no siempre es así, y se cuentan por cientos las personas que se encuentran con sorpresas desagradables cuando tienen que hacer uso de los servicios de su compañía de seguros, recibiendo trabas y evasivas en relación con las indemnizaciones, cruciales para costear los tratamientos e intervenciones necesarias.
Por suerte, en la actualidad existen entidades como Eurosiniestro, cuyo objetivo es asesorar de una forma rápida y eficaz en cada caso concreto, siempre desde la perspectiva de la defensa de los derechos de las personas aseguradas.

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