Deberes escolares. ¿Son necesarios?


Si existe un debate candente dentro del ámbito educativo en nuestros días, además de todas las opiniones que viene generando la LOMCE desde su promulgación, ése es el que versa sobre la pertinencia de que el alumnado se lleve deberes a casa, o cuántos deberes han de realizar los escolares en el hogar. Posturas y criterios los hay a favor y en contra tanto entre las familias como entre el profesorado, hasta el punto de que asociaciones de madres y padres hacen llamamientos, y no sólo en España, a que los/as escolares hagan "huelga de deberes", y como respuesta a tales llamamientos diferentes agrupaciones de profesores hacen declaraciones como "debe imperar el sentido común", "esto es un disparate", o "socava la autoridad académica".

Argumentos a favor y en contra.

Los deberes constituyen una estrategia educativa que perdura en nuestro sistema educativo desde la segunda mitad del siglo XIX, momento en el que comenzó a desarrollarse en España una verdadera educación formal. Casi podría decirse que los deberes escolares son toda una institución dentro del ámbito de la enseñanza, habida cuenta de su arraigo. Ahora bien, ¿realmente son positivos? ¿Sirven de algo? ¿Mejoran el rendimiento académico?

Quienes expresan opiniones favorables a la asignación de tareas escolares para casa esgrimen lo siguiente:

a. Hacer deberes favorece el aprendizaje de valores como la disciplina, el esfuerzo o la
    constancia.
b. Facilitan la comprensión y la retención de conocimientos.
c. Mejoran los hábitos y estrategias de estudio.
d. Sirven para consolidar y fijar los aprendizajes.
e. Promueven que las madres y lo padres pasen más tiempo con sus hijos e hijas, y a la
    vez favorecen el interés de las familias por el progreso académico de sus hijos/as.
f. Fomentan la autoorganización y la autonomía.

Por otro lado, las personas que expresan opiniones contrarias a los deberes explican que:

a. Generan una actitud negativa hacia las tareas escolares, que puede generalizarse al
    estudio en general, a la lectura, al cálculo, e incluso hacia la misma escuela.
b. Son potenciales causas de conflicto entre madres/padres e hijos/as.
c. Restan tiempo de ocio y juego a los niños y niñas, y limitan la creatividad.
d. Producen cansancio, desmotivación y perdida de interés en la materia.
e. Muchas veces requieren ayuda.
f. Generan desigualdad entre el alumnado según su alto o bajo rendimiento.
g. Son potencialmente desencadenantes de estrés y ansiedad.

Tras un primer vistazo es bien difícil dejarse caer hacia un lado u otro de las argumentaciones. No obstante, si ampliamos la búsqueda de información relacionada con las tareas escolares, nos encontramos con datos muy significativos. El primero, y bastante clarificador, proviene de un estudio de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos); este estudio concluye que, de todos los sistemas educativos analizados, el finlandés es el que menos carga de deberes escolares presenta, mientras que el español está entre los que más horas semanales requiere para las tareas escolares en casa. El dato por sí mismo no parece decir mucho, pero si le sumamos que el sistema educativo escandinavo está considerado como el mejor, según el Informe PISA, y que el español está en los últimos puestos conforme el mencionado informe, la cosa cambia. Y es que en países como Finlandia y Corea del Sur, el alumnado no dedica más de 3 horas semanales a la realización de deberes, mientras que en España esa cifra supera las 6 horas de media, que en algunos casos puede llegar hasta las 10 horas semanales.

Correlación entre rendimiento y deberes.

Con datos de este tipo, ¿cómo correlaciona entonces el rendimiento con la dedicación a las tareas escolares en casa? Lo cierto es que esta cuestión ha sido objeto de estudio desde hace años, y muchas conclusiones han resultado ser incluso contradictorias. Ahora bien, parece haber cierto acuerdo en que los deberes tienen un peso diferente según sea la etapa educativa en la que se encuentre el/a alumno/a. Durante la Educación Primaria, sobre todo en los primeros cursos, las tareas escolares tienen una débil correlación con el rendimiento académico; sin embargo, la dedicación de tiempo para deberes en la Educación Secundaria predicen una mayor productividad

Harris Cooper, doctor en Psicología Social y actualmente profesor en el Departamento de Psicología y Neurociencia de la Universidad de Duke (EEUU), estableció en 1989 que el tiempo de dedicación a los deberes debía regirse por lo que hoy se conoce como la regla de los 10 minutos: multiplicar por 10 el curso en el que se encuentra el alumnado. De esta manera, en 1º de Primaria serían 10 los minutos diarios dedicados a tareas, en 2º 20 minutos, en 3º 30 minutos... y así progresivamente hasta un máximo de 2 horas en el Bachillerato. Cooper siguió investigando este fenómeno en los años posteriores, hasta que en 2006 publicó otro estudio en el que concluyó que el tiempo destinado a deberes y el rendimiento correlacionaban estadísticamente de forma significativa; eso sí, siempre y cuando la cantidad de trabajo en el hogar no fuese desmesurado. En ese sentido, la OCDE afirma que dedicar más de 4 horas semanales a la realización de tareas escolares en casa no supone ningún aumento relevante en el rendimiento. Cooper también encontró en su estudio que el alumnado de menor edad sacaba mucho menos partido a su tiempo de estudio que los adolescentes, si bien les ayudaba a crear hábitos.

Otros estudios realizados han puesto de manifiesto que muchas veces no hay coordinación entre profesores/as a la hora de asignar tareas para casa, lo que provoca una distribución desigual del tiempo para hacer los deberes y carencias a la hora de poner en práctica las estrategias más adecuadas por parte del alumnado. Otro problema es asignar la misma carga de tareas a toda una clase, lo cual implica desatención a los principios de diversidad y especificidad en cuanto a que no todos adquieren los conocimientos de igual manera y en el mismo tiempo. Se ha detectado en algunos casos una sobrecarga de tareas escolares, lo cual en general provoca desmotivación y baja calidad en la ejecución. Y, finalmente, no olvidemos que muchas veces el alumnado acaba por hacer los deberes en academias, que no dejan de ser "alargamientos" de la jornada escolar, con el riesgo añadido de confusión al encontrarse potencialmente con dos estilos diferentes a la hora de adquirir los conocimientos: el estilo del/a profesor/a en el centro educativo, y el del/a profesor/a de la academia.

Conclusión.

Bajo mi punto de vista el debate no debe centrarse en deberes sí/deberes no, sino en qué aportan las tareas escolares a los aprendizajes y al rendimiento académico, y qué cantidad de los mismos es la más adecuada en función de la edad y el curso en el que se encuentra cada niño o niña. No hay duda de que las tareas escolares son positivas en lo que tiene que ver con implantar hábitos de trabajo en casa, desarrollar la autoorganización y la responsabilidad. Y hago hincapié en la responsabilidad... porque las tareas escolares son una responsabilidad del alumnado... no de madres y padres. Muchas veces me he encontrado con madres y padres que dedican mucho tiempo y esfuerzo a que sus hijos e hijas realicen las tareas, y las realicen bien. Lo cierto es que las tareas escolares son eso, una tarea escolar; y por lo tanto de lo que se trata es de que los niños, niñas y adolescentes las hagan, y asuman las consecuencias de haberlas hecho correcta o incorrectamente en el entorno escolar, de igual forma que el alumnado no asume las consecuencias relativas a las responsabilidades domésticas (ordenar la ropa, recoger los juguetes, respetar los horarios de TV...) en el ámbito del colegio.

La cantidad de deberes ha de ser correlativa a la edad y a la exigencia del curso escolar. Sinceramente, considero descabellado que un alumno o alumna de 1º ó 2º de Primaria, incluso de 5º o 6º, se pase una hora y media diarias haciendo tareas; muy posiblemente lo que ocurrirá, si la carga de deberes es excesiva, es que se bloquee, se distraiga o se desmotive al cabo de unos 20 ó 30 minutos, y lo que vendrá después será un rosario de mensajes de apremio para acabar cuanto antes, amenazas de castigo, alguna que otra verbalización subida de volumen, castigos efectivos... y cuando nos damos cuenta son ya las 22:00 y todavía hay que ducharse y cenar para irse a dormir, que mañana es otro día de cole. Y eso sin contar con que estamos enfadados/as, y que otra vez se ha perdido la piscina, el fútbol o el baile. Y al día siguiente se repetirá la historia...

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