El acoso escolar. 3ª parte.

En artículos anteriores revisamos la conceptualización del acoso escolar, así como los elementos clave involucrados en él: víctimas, agresores/as, y espectadores/as. A lo largo de las siguientes líneas veremos cómo identificar el acoso, las medidas que hasta ahora se han adoptado para intentar minimizarlo en los centros educativos, su eficacia, y cuáles son las propuestas más actuales.

Identificar el acoso escolar.

Para saber si un niño, una niña o un/a adolescente sufre acoso escolar es preciso en primer lugar estar atentos a una serie de signos. Debemos tener en cuenta que la presencia de varias de estas señales no implican necesariamente la existencia de un acoso, sino la pertinencia de proceder a una evaluación más detallada para conocer cuál es el origen de esos comportamientos, y valorar si realmente nos encontramos o no ante una situación de acoso escolar. Los signos a los que prestaremos nuestra atención son:

a. Cambios bruscos de humor.
b. Tristeza, llantos o irritabilidad.
c. Pesadillas, dificultades en el sueño, o pérdida de apetito.
d. Frecuentes dolores musculares, de cabeza, de barriga, vómitos...
e. Pérdida o destrozo habitual de objetos personales: mochilas, ropa, gafas...
f. Presencia reiterada de rasguños o hematomas, que se justifican con caídas recientes.
g. No quieren salir de casa ni relacionarse con iguales.
h. No quieren ir a las excursiones ni a las visitas organizadas por el centro escolar.
i. Protestan o no quieren ir al colegio.

Insisto en que la detección de algunos de estos comportamientos no conlleva necesariamente la existencia de un acoso. Para determinar tal situación será necesario desarrollar un proceso evaluativo más específico, ya que muchos de esos síntomas pueden aparecer en otro tipo de problemáticas.

¿Que se hace para evitar el acoso?

Durante años las únicas medidas que se han articulado para intentar frenar el acoso escolar en los centros educativos han sido las disciplinarias, es decir, partes y expedientes disciplinarios que en general acarrean consecuencias gravosas para los/as agresores, incluida la expulsión. ¿Funcionan? Diversos estudios ponen de manifiesto que, efectivamente, este tipo de medidas reducen en alguna medida la prevalencia del acoso en los centros, pero no lo suficiente si nos atenemos a los datos globales de la presencia de este tipo de violencia en el sistema educativo. De hecho, tanto las familias del alumnado como el profesorado han demandado muchas veces que son necesarias más medidas y diferentes para acometer esta problemática, así como la elaboración de un protocolo de actuación, que actualmente ya existe en prácticamente todas las Comunidades Autónomas españolas.

En ese sentido, progresivamente se han ido implementando otras estrategias de intervención, así como de prevención. Ya no sólo se procede con el/a agresor/a castigándole, sino también procurando su reeducación; se enseña al/a acosador a ponerse en el lugar de los demás, a resolver los conflictos de forma asertiva, a adquirir habilidades sociales que faciliten la convivencia, a reflexionar sobre sus propios actos, e incluso se solicita la coordinación con su familia. Se procura paralelamente establecer un espacio de protección para las víctimas del acoso, apoyar a sus familias, y desarrollar actividades e instrumentos que fomenten dentro del centro educativo el trabajo cooperativo, una adecuada resolución de conflictos, y también se realizan acciones sensibilizadoras que incidan sobre todo el alumnado, sobre el “público” potencial, de manera que exista tolerancia cero contra el acoso.

Recientemente ha llegado a algunos centros educativos españoles el Programa KIVa. Es un programa creado por la Universidad de Turku (Finlandia), en colaboración con el Ministerio de Educación y Cultura finés. Iniciado en 2007, se ha llegado a aplicar en el 90% de las escuelas finesas, y se ha exportado a otros países como Holanda, Reino Unido, Francia, Bélgica, Italia, Suecia, EEUU... KIVa ofrece en un mismo programa toda una batería de actuaciones que inciden tanto a nivel preventivo como interventivo en los casos de acoso, de una forma dinámica y activa. La innovación que supone KIVa es que su objetivo primordial no es centrarse en el/a acosador/a o en la víctima, sino en los/as espectadores; se trabaja tanto con el personal del centro educativo como con el alumnado, y se vuelca significativamente en los testigos de los casos de acoso, los que se ríen, los que toleran, los que no denuncian lo que han visto. Se pretende que el “público” no se crea que asume un papel pasivo ante una agresión, sino que entienda que es parte activa también, y que no debe considerar este tipo de violencia como un hecho normal ni como algo a lo que hacer seguidismo con burla, risas o silencio. De esta manera, se evita que el/a acosador/a se sienta respaldado en lugar de ser protagonista, y por lo tanto abandone su conducta de agresor/a.

Los resultados de KIVa allí donde se ha desarrollado son positivos, considerándose hoy por hoy la mejor herramienta para actuar sobre el acoso escolar. Curiosamente, el gobierno finés dejó de financiar este programa en su país en 2016 con motivo de recortes 
económicos... 

Mi hijo/a sufre acoso. ¿Qué hago?

Si tenemos la convicción de que nuestro hijo o hija sufre acoso, debemos ante todo ser firmes. Habrá que ponerse en contacto con el centro escolar (con la Policía Nacional si el acoso se produce fuera del contexto escolar), y explicar los hechos para que se realice la oportuna investigación que arroje luz a lo que está ocurriendo. Es importante que se actúe con rapidez y con seriedad, ya que la prioridad es garantizar la seguridad de la víctima. Confirmada la existencia del acoso, e identificado al/a agresor/a, se tomarán las medidas oportunas, que en cualquier caso habrán de combinar acciones protectoras para las víctimas con estrategias disciplinarias y educativas para el/a acosador/a, tal y como hemos visto con anterioridad.

Llegados a este punto, quiero señalar algunas cuestiones importantes: nuestros hijos e hijas son potencialmente víctimas, agresores/as, o espectadores/as, y todos necesitarán la ayuda y el apoyo necesario si se produce una situación de acoso. Por otro lado, las medidas disciplinarias, por sí solas, no resolverán las situaciones de acoso; las medidas educativas son necesarias y fundamentales, y consiguen los mejores resultados.

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