Tendréis que perdonarme, porque he sido un poco tramposo. ¿Por qué? Pues porque valiéndome de un recurso facilón de marketing he procurado llamar vuestra atención, y si me estáis leyendo, lo he conseguido. Y es que no existe ningún secreto para ser feliz; ni trucos, ni tampoco atajos. Eso sí, para alcanzar la felicidad sí que existen habilidades y estrategias, que será de lo que hablemos en las próximas líneas.
¿Qué es la felicidad?
Quizá convenga primero definir el concepto de felicidad, ya que aunque lo parezca, no es fácil; casi habría tantas definiciones de lo que es ser feliz como personas habitan el mundo. Podríamos decir que la felicidad, desde la perspectiva de la Psicología, es un estado emocional que se produce cuando se ha alcanzado un objetivo, estimulando nuestro comportamiento para conseguir más metas, lo que conlleva una condición interna de satisfacción, alegría, y otras emociones positivas. También diríamos que ser feliz implica ser autosuficientes, ser conscientes de la capacidad de valernos por nosotros/as mismos/as sin depender de otras personas. Otros autores conceptualizaron la felicidad como la experimentación del placer intelectual y físico, consiguiendo evitar el sufrimiento mental y físico. Para mucha gente la felicidad es un estado constante de armonía...
Todas las personas queremos ser felices, lo cual depende en gran medida de que nuestras metas y expectativas se cumplan. Cuando no es así, generalmente nos sentimos insatisfechos/as, aparece la tristeza, la ansiedad, la depresión... Ahora bien; ¿tenemos claro lo que significa ser feliz? ¿Nos sentimos descontentos/as porque no satisfacemos nuestros deseos? ¿O porque nuestras expectativas no son realistas? Creo que lo primero que tenemos que hacer es desmitificar la felicidad. En general, lo que se entiende por ser felices está demasiado intoxicado por la literatura, el cine o la música, que muchas, muchísimas veces, nos muestran la felicidad como un estado continuo de alegría, bienestar, armonía y júbilo. Y no es así en absoluto.
La vida no es un camino fácil, y de la misma forma que existen alegrías, aspectos positivos y enriquecedores, también nos encontramos un buen número de obstáculos, pérdidas y aspectos negativos. Convivimos en una sociedad compleja donde no siempre lo prosocial está por encima de lo individual, y en la que muchos logros dependen de nuestras decisiones, ya sean a nivel personal o grupal, pero otras situaciones nos sobrevienen y se deben a factores externos. Vivimos dentro de un sistema, y por lo tanto estamos en continua interacción; lo que afecta a un individuo acaba por afectar al sistema, y lo que afecta al sistema lógicamente afecta a los individuos que forman parte de él. Adaptarnos al medio es crucial para ser capaces de superar los obstáculos, y tener estabilidad psicológica fundamental para guiar nuestra conducta en cualquier situación y ante cualquier evento vital.
Todas las personas queremos ser felices, lo cual depende en gran medida de que nuestras metas y expectativas se cumplan. Cuando no es así, generalmente nos sentimos insatisfechos/as, aparece la tristeza, la ansiedad, la depresión... Ahora bien; ¿tenemos claro lo que significa ser feliz? ¿Nos sentimos descontentos/as porque no satisfacemos nuestros deseos? ¿O porque nuestras expectativas no son realistas? Creo que lo primero que tenemos que hacer es desmitificar la felicidad. En general, lo que se entiende por ser felices está demasiado intoxicado por la literatura, el cine o la música, que muchas, muchísimas veces, nos muestran la felicidad como un estado continuo de alegría, bienestar, armonía y júbilo. Y no es así en absoluto.
La vida no es un camino fácil, y de la misma forma que existen alegrías, aspectos positivos y enriquecedores, también nos encontramos un buen número de obstáculos, pérdidas y aspectos negativos. Convivimos en una sociedad compleja donde no siempre lo prosocial está por encima de lo individual, y en la que muchos logros dependen de nuestras decisiones, ya sean a nivel personal o grupal, pero otras situaciones nos sobrevienen y se deben a factores externos. Vivimos dentro de un sistema, y por lo tanto estamos en continua interacción; lo que afecta a un individuo acaba por afectar al sistema, y lo que afecta al sistema lógicamente afecta a los individuos que forman parte de él. Adaptarnos al medio es crucial para ser capaces de superar los obstáculos, y tener estabilidad psicológica fundamental para guiar nuestra conducta en cualquier situación y ante cualquier evento vital.
La tolerancia a la frustración es una capacidad primordial que favorece la adaptación y la competencia para superar inconvenientes. La frustración es la emoción que nos invade cuando no alcanzamos un objetivo o no podemos satisfacer una necesidad. Normalmente las personas desarrollan el aprendizaje para tolerar la frustración desde la más tierna infancia, cuando progresivamente los niños y las niñas integran que no siempre consiguen lo que quieren simplemente porque lo quieren. A medida que nos convertimos en personas adultas este aprendizaje se perfecciona y se acomoda a las exigencias de un contexto más global, más amplio, repleto muchas veces de competitividad, individualismo, y unas expectativas de éxito y protagonismo en general estereotipadas. Las personas que toleran adecuadamente la frustración aceptan las contrariedades de la forma más serena posible, y procuran aprender de ellas mientras continúan planificando la forma de alcanzar sus metas utilizando otras estrategias diferentes, pues las usadas hasta el momento no han sido válidas. La aceptación, que no la resignación, es una de las claves esenciales para encontrar la felicidad.
Otra habilidad importante para sentir bienestar es la capacidad para minimizar los eventos estresantes. Un conflicto familiar, una enfermedad, la pérdida de un ser querido, la pérdida del puesto de trabajo... son acontecimientos impactantes que generan tristeza y/o ansiedad. Ahora bien, existen personas que sufren la misma conmoción ante situaciones de este tipo como ante otro tipo de circunstancias objetivamente menos complicadas emocionalmente. Y es que no todas las personas reaccionamos de la misma forma ante las mismas cosas. En cualquier caso, es importante considerar, como afirmó Viktor Frankl, que “si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sentimiento”.
Otra habilidad importante para sentir bienestar es la capacidad para minimizar los eventos estresantes. Un conflicto familiar, una enfermedad, la pérdida de un ser querido, la pérdida del puesto de trabajo... son acontecimientos impactantes que generan tristeza y/o ansiedad. Ahora bien, existen personas que sufren la misma conmoción ante situaciones de este tipo como ante otro tipo de circunstancias objetivamente menos complicadas emocionalmente. Y es que no todas las personas reaccionamos de la misma forma ante las mismas cosas. En cualquier caso, es importante considerar, como afirmó Viktor Frankl, que “si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sentimiento”.
Así pues, es necesario asumir que la felicidad no es un estado constante de alegría y satisfacción. Más bien, la vida es un sendero a través del cual experimentamos momentos de contento, júbilo, gozo... y otros momentos en los que soportamos adversidades y pérdidas. Si colocamos todas esas vivencias en una balanza, el resultado debería ser una inclinación hacia los momentos positivos, y ésa sería la verdadera y única felicidad.
Como conclusión, si deseamos ser felices habremos de ser capaces de adaptarnos, de tolerar la frustración, de aceptar lo que nos ocurre para intentar actuar sobre ello en la medida en que es posible. Es importante también ser capaces de mostrar la actitud más adecuada ante lo que nos ocurre, pues la actitud determina cómo lo vivimos, y cómo lo viviremos cuando vuelva a suceder. Dale Carnegie dijo una vez que “cuanto más vivo más me doy cuenta del impacto que tienen las actitudes sobre la vida. Para mí, la actitud es más importante que los hechos (…). Estoy convencido de que la vida es un 10% lo que me ocurre y un 90% cómo reacciono ante ello”. Además de lo expuesto, también nos ayuda a sentirnos bien la autoconfianza, tener entusiasmo, planificar y marcarnos objetivos realistas, cuidar la imagen que proyectamos al exterior (muchas veces nos valoran por lo que transmitimos visualmente), procurar un lenguaje interno positivo, ser atrevidos/as, reflexionar sobre lo que hacemos, y también procurar expresar lo que sentimos.
Como veis, ningún secreto pero sí mucho esfuerzo. Ahora bien... el esfuerzo merece mucho la pena. Está en juego vuestra felicidad.
Como veis, ningún secreto pero sí mucho esfuerzo. Ahora bien... el esfuerzo merece mucho la pena. Está en juego vuestra felicidad.
Comentarios
Publicar un comentario