Vivir con depresión.















Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 8% y el 15% de las personas que habitan en el mundo sufrirán depresión a lo largo de su vida. Hoy por hoy, la depresión es una de las psicopatologías con más presencia en las diferentes consultas de psicólogos/as y psiquiatras, y se cree que en unos 15 ó 20 años esa presencia será todavía mayor, convirtiéndose en la primera causa que genere discapacidad en todo el mundo.

La depresión en España.

En España padece depresión algo más del 5% de la población, estando más presente en mujeres que en hombres. Durante los últimos años se ha observado que la incidencia ha crecido, aumento motivado por el impacto de la crisis económica y el alargamiento de la esperanza de vida, si bien siguen presentes otros dos factores también importantes: el nivel de estrés que impone la sociedad, y el consumo excesivo y abusivo de sustancias tóxicas y fármacos.

La depresión es un trastorno psicológico importante, que puede derivar en muy grave. Quizás en nuestros días se ha casi banalizado, y es fácil que depresión y tristeza se usen como sinónimos, cuando evidentemente no lo son (Estoy triste... ¿tengo depresión?). Estamos hablando de un problema que genera una importante repercusión en la vida personal, familiar, laboral y social de las personas que lo sufren, y que puede perdurar meses o años, destruyendo no sólo la vida de quien padece depresión, sino también influyendo negativamente en las personas que le rodean.

Por lo tanto, habremos de estar atentos/as a los siguientes síntomas:

a. Estado de ánimo decaído y tristeza, la mayor parte del tiempo.
b. Desinterés y/o incapacidad para disfrutar de las cosas.
c. Problemas para concentrarse.
d. Dificultades para mantener una higiene de sueño adecuada.
e. Sentimientos de culpa o inutilidad.
f. Disminución del apetito y reducción significativa del peso corporal.
g. Irritabilidad.
h. Agitación.
i. Fatiga.
j. Pensamientos de muerte y/o ideación suicida.


Que se detecten algunos de esos síntomas no implica necesariamente que estemos ante un cuadro de depresión, pero sí que convendrá acudir a un/a profesional para que haga una valoración más detallada y descartar o no su presencia.

Tratamiento de la depresión.

Básicamente existen dos maneras de afrontar la depresión: tratamiento farmacológico y tratamiento psicológico. Mucha gente prefiere tratarse sólo con una prescripción farmacológica, ya que por motivos diversos no quieren o no pueden acceder a una terapia psicológica. Otras personas deciden que ir a un/a psicólogo/a es lo más adecuado. Y finalmente nos encontramos con quien elige una alternativa mixta, es decir, acuden a un/a profesional de la Psicología y complementan esta intervención con un tratamiento farmacológico (o viceversa) que a veces se dispensa por el/a propio/a médico de Familia, sin derivación al Servicio de Psiquiatría.

¿Cuál es la más efectiva? Antes de responder a esta pregunta creo que conviene hablar un poco sobre el funcionamiento de cada alternativa. La farmacología, léase Prozac, Lexapro, Cymbalta, Norpramin, Alafranil, etc., actúa sobre estructuras cerebrales para inhibir la liberación de determinados neurotransmisores (dopamina, noradrenalina, serotonina...), que son los causantes, según el modelo médico, de la depresión. 


Los tratamientos psicológicos son procesos planificados y científicos que no actúan sobre la fisiología de la persona, sino sobre su manera de interpretar lo que le rodea, sobre su subjetividad para entender el mundo en el que vive, sobre sus esquemas mentales. El objetivo es detectar qué pensamientos, autovaloraciones, creencias y/o actitudes están detrás de la depresión, y utilizar las herramientas más adecuadas para provocar un cambio, de forma que se aprenda a evaluar el contexto de forma más realista, se preste atención a toda la información posible, y en consecuencia, se articulen explicaciones, actitudes y conclusiones más acordes a lo que se vive; la aceptación de lo que nos pasa es una de las claves fundamentales en los tratamientos psicológicos, y el punto de partida para promover el cambio y actuar. Además, se procura que quien padece depresión recupere la actividad progresivamente, pues la inactividad es uno de los factores mantenedores de la depresión. Los procesos de intervención psicológica sobre la depresión suelen incluir también el aprendizaje de estrategias para solucionar problemas y técnicas de relajación.

Bajo mi punto de vista, los tratamientos psicológicos son más efectivos que los tratamientos farmacológicos. ¿Por qué? Pues porque aunque los medicamentos minimizan los efectos fisiológicos, a veces incapacitantes, no actúan sobre los esquemas mentales que originan la depresión. Sobre el conjunto de creencias, actitudes, valoraciones, pensamientos, etc., actúa la psicoterapia, ya que enseña a los individuos a enfrentarse a sus situaciones vitales y a su propia subjetividad, generándose unas habilidades que pasarán a formar parte de su repertorio cognitivo y que pueden usarse en el futuro cuantas veces sea necesario hacerlo. Ahora bien, sí que creo que durante una buena parte de la intervención sobre la depresión la actuación ha de ser mixta, y que la farmacología es un apoyo muy valioso para reducir la sintomatología fisiológica durante las primeras fases del tratamiento.

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